Cíclicamente, como los resfriados, estallan en nuestra asamblea arrebatos de decepción ante la realidad visible, concretada en este caso en que, con cierta frecuencia, nos reunimos en las asambleas semanales poca gente. A mí, que no me parece tan poca, y menos en Rota, me preocupan sin embargo otros elementos colaterales que están pero no aparecen, y de ello quiero hablar hoy. Sobre todo, de argumentos, excusas y motivaciones.
En todo colectivo que se une alrededor de una o varias ideas para trabajar en pos de un necesario cambio social, lo habitual es que en una primera fase, la de la euforia, haya mucha gente, que se presenten numerosos voluntarios para cada tarea y que se difunda un énfasis contagioso que a todos anima y altera el ánimo. Más todavía ha ocurrido en un movimiento como el nuestro en el que se desarrollan y escenifican, además, formas nuevas y muy atractivas de participación y respeto, gestos inéditos, maneras diferentes de relacionarse y un alto grado de armonía y contacto humano al enaltecerse colectivamente el concepto y el valor de las personas, tanto en las propias asambleas como entre los participantes y amigos del movimiento. Esto es normal, y ha sido común en todos los sitios donde surgió con fuerza el 15M.
Luego, ya, vino el tío Paco con la rebaja. A medida que han ido pasando los días, las semanas y los meses, cada uno fue depurando sus posiciones y fue entonces cuando aparecieron, lejanas las euforias iniciales, las auténticas disposiciones individuales, reales y concretas. De modo que cada quien, poquito a poco, conscientemente o sin analizarlo, que tanto da, ha ido ocupando su lugar natural en el grado del compromiso para con la idea común, que es lo lógico. Dando por descontado, además, que por definición es el nuestro un movimiento en el que participa el que quiere, cuando quiere y como quiere. A nadie, nunca, se le pone falta. Yo entiendo que eso es lo normal y ni me escandaliza ni me parece ningún demérito, sino todo lo contrario, que se den niveles diferenciados de compromiso hacia el movimiento, que existan los que están y son, los que son pero no van o van poco, los que se cansan pero apoyan en lo que sea, los que solo están para las manis y las acciones importantes, los que se sienten pero no participan, los que podéis contar siempre conmigo..., y así hasta miles (perdón, exagero, ¿me creeríais cientos) de niveles diferentes y TODOS ELLOS, para mí, plenamente respetables y respetados. Es más, afirmo rotundamente que aviados iríamos si estos grados o niveles o llámales hache de aceptación y compromiso para con el movimiento 15M no existieran, porque son -entre otras cosas- un auténtico puente hacia el resto del pueblo, del que los más “militantes” tienden de forma natural a despegarse.
También están, y deben estar, los que siguen presentes y comprometidos con los trabajos y las acciones y las asambleas semana tras semana. El núcleo duro, que le llamo. A su manera, como saben y/o como pueden, son los que mantienen viva la llama del movimiento, los que avanzan, inventan, escuchan y salen al paso del cada día. Yo estoy muy feliz de formar parte de este grupo, cuyo principal mérito es el de soplar el fuego para que no se apague. Es más, en los sitios en que no ha habido un grupo similar, el 15M se ha diluido. No ha desaparecido, eso lo tengo claro, pero no actúa ni evoluciona ni avanza y, si no aparecen movilizaciones generales que lo alienten, dormirá el sueño de los justos. Este grupo, de entidad variable, que numéricamente oscila entre las siete y los veinte personas, es el responsable directo de que en estos casi seis meses el 15M se haya personado en multitud de actos ante nuestro pueblo, hayan aparecido y se hayan defendido sus posiciones en prensa, radio y televisión con tanta frecuencia, se haya marcado de cerca a las autoridades municipales o al vicepresidente del Gobierno, se hayan denunciado ante la población escándalos como la falsa construcción del nuevo centro de salud o los vertidos de aguas negras a las playas... Gracias principalmente a su esfuerzo y su trabajo crece día a día nuestra página de FB, auténtico referente para muchos, de aquí y de fuera, por su vitalidad y por la cantidad de información que ofrece, alienta nuestro blog, incrementamos nuestros dosieres y la alcaldesa nos tiene que recibir a su pesar, mientras es evidente que el movimiento ha despertado un poderoso ámbito de respeto entre políticos locales y, sobre todo, en el tejido social de nuestra Villa. Lo mismo no somos tan pocos ni lo hacemos tan mal.
Pero el caso es que, cuando deberíamos estar orgullosos de nuestro trabajo y felices como perdices por estar haciendo avanzar las perspectivas de movilización imprescindibles para alentar el cambio social que pretendemos, y encontrar en ello las fuerzas y ánimos necesarios para el esfuerzo del cada día, que no es poco -todo hay que decirlo- ni sencillo, cuando deberíamos asumir con naturalidad lo antedicho y comprender hasta qué punto son normales y hasta beneficiosos los diferentes niveles de compromiso de cada quisqui en cada momento, sin embargo, de vez en cuando, se escuchan voces en las asambleas que se manifiestan decepcionadas ante lo que denominan ausencias -que para mí no lo son, como acabo de resumir- y claman al cielo por ello los unos o buscan la causa en hipotéticos defectos nuestros los otros. No estoy de acuerdo con ninguna de estas dos posiciones. Con los primeros, por lo que ya he explicado, espero que con la exactitud que pretendía, y con los segundos porque, independientemente de que lo estemos haciendo mejor o peor -siempre, según creo, de la mejor manera que sabemos y podemos-, las razones para que cada uno mantenga el nivel de presencia o de compromiso con el movimiento son esencialmente las subjetivas de cada uno, como he dicho absolutamente respetables y respetadas, aunque haya quienes necesiten encontrar algún tipo de excusas atrabiliarias para justificar una ausencia de la que nadie les pide cuentas.
Yo, al menos, el día en que deje de creer que así, como os las he contado, son las cosas, cogeré el portante y me retiraré a mis cuarteles de invierno, feliz de haber compartido con todos, los que están y los que vienen a veces, los que se quejan y los que no, los satisfechos y los decepcionados, esta lucha que o bien se encuentra y pervive en los adentros de cada uno o no irá nunca a ninguna parte.
Antonio Piera
En todo colectivo que se une alrededor de una o varias ideas para trabajar en pos de un necesario cambio social, lo habitual es que en una primera fase, la de la euforia, haya mucha gente, que se presenten numerosos voluntarios para cada tarea y que se difunda un énfasis contagioso que a todos anima y altera el ánimo. Más todavía ha ocurrido en un movimiento como el nuestro en el que se desarrollan y escenifican, además, formas nuevas y muy atractivas de participación y respeto, gestos inéditos, maneras diferentes de relacionarse y un alto grado de armonía y contacto humano al enaltecerse colectivamente el concepto y el valor de las personas, tanto en las propias asambleas como entre los participantes y amigos del movimiento. Esto es normal, y ha sido común en todos los sitios donde surgió con fuerza el 15M.
Luego, ya, vino el tío Paco con la rebaja. A medida que han ido pasando los días, las semanas y los meses, cada uno fue depurando sus posiciones y fue entonces cuando aparecieron, lejanas las euforias iniciales, las auténticas disposiciones individuales, reales y concretas. De modo que cada quien, poquito a poco, conscientemente o sin analizarlo, que tanto da, ha ido ocupando su lugar natural en el grado del compromiso para con la idea común, que es lo lógico. Dando por descontado, además, que por definición es el nuestro un movimiento en el que participa el que quiere, cuando quiere y como quiere. A nadie, nunca, se le pone falta. Yo entiendo que eso es lo normal y ni me escandaliza ni me parece ningún demérito, sino todo lo contrario, que se den niveles diferenciados de compromiso hacia el movimiento, que existan los que están y son, los que son pero no van o van poco, los que se cansan pero apoyan en lo que sea, los que solo están para las manis y las acciones importantes, los que se sienten pero no participan, los que podéis contar siempre conmigo..., y así hasta miles (perdón, exagero, ¿me creeríais cientos) de niveles diferentes y TODOS ELLOS, para mí, plenamente respetables y respetados. Es más, afirmo rotundamente que aviados iríamos si estos grados o niveles o llámales hache de aceptación y compromiso para con el movimiento 15M no existieran, porque son -entre otras cosas- un auténtico puente hacia el resto del pueblo, del que los más “militantes” tienden de forma natural a despegarse.
También están, y deben estar, los que siguen presentes y comprometidos con los trabajos y las acciones y las asambleas semana tras semana. El núcleo duro, que le llamo. A su manera, como saben y/o como pueden, son los que mantienen viva la llama del movimiento, los que avanzan, inventan, escuchan y salen al paso del cada día. Yo estoy muy feliz de formar parte de este grupo, cuyo principal mérito es el de soplar el fuego para que no se apague. Es más, en los sitios en que no ha habido un grupo similar, el 15M se ha diluido. No ha desaparecido, eso lo tengo claro, pero no actúa ni evoluciona ni avanza y, si no aparecen movilizaciones generales que lo alienten, dormirá el sueño de los justos. Este grupo, de entidad variable, que numéricamente oscila entre las siete y los veinte personas, es el responsable directo de que en estos casi seis meses el 15M se haya personado en multitud de actos ante nuestro pueblo, hayan aparecido y se hayan defendido sus posiciones en prensa, radio y televisión con tanta frecuencia, se haya marcado de cerca a las autoridades municipales o al vicepresidente del Gobierno, se hayan denunciado ante la población escándalos como la falsa construcción del nuevo centro de salud o los vertidos de aguas negras a las playas... Gracias principalmente a su esfuerzo y su trabajo crece día a día nuestra página de FB, auténtico referente para muchos, de aquí y de fuera, por su vitalidad y por la cantidad de información que ofrece, alienta nuestro blog, incrementamos nuestros dosieres y la alcaldesa nos tiene que recibir a su pesar, mientras es evidente que el movimiento ha despertado un poderoso ámbito de respeto entre políticos locales y, sobre todo, en el tejido social de nuestra Villa. Lo mismo no somos tan pocos ni lo hacemos tan mal.
Pero el caso es que, cuando deberíamos estar orgullosos de nuestro trabajo y felices como perdices por estar haciendo avanzar las perspectivas de movilización imprescindibles para alentar el cambio social que pretendemos, y encontrar en ello las fuerzas y ánimos necesarios para el esfuerzo del cada día, que no es poco -todo hay que decirlo- ni sencillo, cuando deberíamos asumir con naturalidad lo antedicho y comprender hasta qué punto son normales y hasta beneficiosos los diferentes niveles de compromiso de cada quisqui en cada momento, sin embargo, de vez en cuando, se escuchan voces en las asambleas que se manifiestan decepcionadas ante lo que denominan ausencias -que para mí no lo son, como acabo de resumir- y claman al cielo por ello los unos o buscan la causa en hipotéticos defectos nuestros los otros. No estoy de acuerdo con ninguna de estas dos posiciones. Con los primeros, por lo que ya he explicado, espero que con la exactitud que pretendía, y con los segundos porque, independientemente de que lo estemos haciendo mejor o peor -siempre, según creo, de la mejor manera que sabemos y podemos-, las razones para que cada uno mantenga el nivel de presencia o de compromiso con el movimiento son esencialmente las subjetivas de cada uno, como he dicho absolutamente respetables y respetadas, aunque haya quienes necesiten encontrar algún tipo de excusas atrabiliarias para justificar una ausencia de la que nadie les pide cuentas.
Yo, al menos, el día en que deje de creer que así, como os las he contado, son las cosas, cogeré el portante y me retiraré a mis cuarteles de invierno, feliz de haber compartido con todos, los que están y los que vienen a veces, los que se quejan y los que no, los satisfechos y los decepcionados, esta lucha que o bien se encuentra y pervive en los adentros de cada uno o no irá nunca a ninguna parte.
Antonio Piera